La caperucita roja en portugués, Chapeuzinho vermelho

En el día internacional del cuento infantil, practicaremos el portugués con un famoso cuento que todos conocemos, La caperucita roja, un clásico de los cuentos infantiles, que si eres estudiante del portugués debes conocer en este idioma.

Caperucita roja, Chapeuzinho Vermelho (Español, portugués)

Caperucita roja

Caperucita Roja
Hubo, una vez una graciosa niña; quien la veía pronto disfrutando de ella, al igual que le gustaba a todos; en particular, amaba a la abuela, que no sabía qué dar y qué hacer por la nieta. Una vez, la regaló con un sombrero de terciopelo rojo y, porque le quedaba muy bien, la niña ya no quería usar otro y acabó quedándose con el apodo de Caperucita Roja. Un día, la madre la llamó y le dijo:
– Viene aquí, Caperucita Roja; aquí tienes un pedazo de pastel y una botella de vino; lo lleva todo a la abuela; ella está enferma y débil y con eso se restablecerá. Te pondrás en camino antes de que el sol se calienta mucho y, cuando seas, te comporta de
– Lo haré todo, – dijo Caperucita Roja a la madre, y se despidió.
La abuela vivía al borde del bosque, a una media hora más o menos de camino de la aldea. Cuando Caperucita Roja llegó al bosque, encontró al lobo; no sabiendo, sin embargo, que animal perverso era él, no sintió miedo.
 Buenos días, Caperucita Roja, – dijo el lobo todo dengue.
– Muchas gracias, lobo.
– ¿Adónde vas, tan pronto, Caperucita Roja?
Voy a la casa de la abuela.
¿Y qué llevas ahí en ese cesto?
– Llevo pastel y vino. Asamos el pastel ayer, así la abuela, que está enferma y muy débil, quedará contenta, teniendo que fortificarse.
– ¿Dónde vive tu abuela, Caperucita Roja?
– A un buen cuarto de hora de aquí, en el bosque, debajo de tres grandes robles; la casa está rodeada de nogales, creo que lo sabes, – dijo Caperucita Roja.
Mientras tanto, el lobo iba pensando: “Esta niña delicada es un quitute delicioso, ciertamente más apetitosa que la abuela, debo actuar con astucia para coger las dos.” Andó un trecho de camino al lado de Caperucita Roja y fue insinuando:
– ¡Mira, Caperucita roja, que hermosas flores! ¿Por qué no miras alrededor de ti? ¡Creo que ni siquiera oye el canto mañoso de los pájaros! ¡Andas tan ensimismada como si fueras a la escuela, mientras que es tan divertido todo aquí en el bosque!
Caperucita roja levantó los ojos y, cuando vio los rayos del sol bailando entre los árboles, y a su alrededor la gran cantidad de hermosas flores, pensó: “Si llevas a la abuela un ramo de vino, seguramente quedará contento, es tan pronto aunque llegue bien a tiempo. Salió del camino y penetró en el bosque en busca de flores. Al haber cogido una, creía que más adelante encontraría otra más bella y, así, iba avanzando y profundizándose cada vez más por el bosque a dentro.
Mientras tanto, el lobo fue corriendo a la casa de la abuela y golpeó la puerta.
¿Quién está golpeando? – preguntó la abuela.
– Soy yo, Caperucita roja, traigo vino y pastel, abreme.
– Levanta la taramela, – le dijo la abuela; – estoy muy débil y no puedo levantarme de la cama.
El lobo levantó la taramela, la puerta se abrió y, sin decir palabra, se precipitó a la cama de la abuela y se la tragó. Después, vistió la ropa y la toca de ella; se acostó en la cama y cerró el cortina.
Sin embargo, Caperucita Roja quedaba corriendo de un lado a otro a cosechar flores. Habiendo recogido tantas que casi no podía cargar, se acordó de la abuela y se fue corriendo a su casa. Al llegar, se sorprendió de estar la puerta abierta; entró y en la sala tuvo una impresión tan extraña que pensó: “¡Oh Dios mío, qué miedo tengo hoy, de las otras veces, me sentía tan bien aquí con la abuela!” Entonces dijo alto:
– Buenos días, abuela! – pero nadie respondió.
Se acurrucó de la cama y abrió el cortina: la abuela estaba acostada, con el gorro caído en la cara y tenía un aspecto muy raro.
– ¡Oh, abuela, qué orejas tan grandes tienes!
Son para mejor oírte.
– Oh, abuela, qué ojos tan grandes tienes
Son para mejor verte.
– ¡Oh, abuela, qué manos enormes tienes!
Son para mejor agarrarte.
– ¡Pero abuela, qué boca horrible tienes!
Es para mejor devorarte.
Diciendo esto, el lobo saltó de la cama y tragó la pobre Caperucita Roja.
Teniendo así satisfecho el apetito, volvió a la cama, hirió en el sueño y comenzó a roncar sonoramente. Justamente, en ese momento, iba pasando frente a la casa el cazador, que oyendo aquel ronquido, pensó:
¡Cómo ronca la vieja Señora! Es mejor echar un vistazo a ver si se está sintiendo mal.
Entró en la habitación y se acercó a la cama; al ver al lobo, dijo:
-¡He aquí, viejo impenitente! Hace mucho tiempo, te vengo buscando!
Quisiera darle un tiro, pero se acordó de que el lobo podría haber comido a la abuela y que tal vez aún fuera posible salvarla; entonces tomó una tijera y se puso a cortarle la barriga, cuidadosamente, mientras dormía. Después del segundo corte, vio brillar el caperucita roja y, después de otros cortes, la niña saltó hacia fuera, gritando:
– ¡Ay qué miedo he tenido! ¡Cómo estaba oscuro en la barriga del lobo!
A continuación, salió también la abuela, aún con vida, aunque respirando con dificultad. Y Caperucita Roja corrió a buscar grandes piedras y con ellas llenaron la barriga del lobo. Cuando éste despertó e intentó huir, las piedras pesaban tanto que dio un golpe y murió.
Los tres se alegraron, inmensamente, con eso. El cazador desolló el lobo y se llevó la piel a casa; la abuela comió la torta y bebió el vino traído por Caperucita Roja y luego se sintió completamente reanimada; mientras tanto, Caperucita Roja decía de sí para sí: “Nunca más saldrás de la carretera para correr por el bosque, cuando la mamá lo prohiba!”

En portugués

Chapeuzinho Vermelho
Houve, uma vez uma graciosa menina; quem a via ficava logo gostando dela, assim como ela gostava de todos; particularmente, amava a avozinha, que não sabia o que dar e o que fazer pela netinha. Certa vez, presenteou-a com um chapeuzinho de veludo vermelho e, porque lhe ficava muito bem, a menina não mais quis usar outro e acabou ficando com o apelido de Chapeuzinho Vermelho. Um dia, a mãe chamou-a e disse-lhe:
– Vem cá, Chapeuzinho Vermelho; aqui tens um pedaço de bolo e uma garrafa de vinho; leva tudo para a vovó; ela está doente e fraca e com isso se restabelecerá. Põe-te a caminho antes que o sol esquente muito e, quando fores, comporta-te direito; não saias do caminho, senão cais e quebras a garrafa e a vovó ficará sem nada. Quando entrares em seu quarto, não esqueças de dizer “bom-dia, vovó,” ao invés de mexericar pelos cantos.
– Farei tudo direitinho, – disse Chapeuzinho Vermelho à mãe, e despediu-se.
A avó morava à beira da floresta, a uma meia hora mais ou menos de caminho da aldeia. Quando Chapeuzinho Vermelho chegou à floresta, encontrou o lobo; não sabendo, porém, que animal perverso era ele, não sentiu medo.
– Bom dia, Chapeuzinho Vermelho, – disse o lobo todo dengoso.
– Muito obrigada, lobo.
– Aonde vais, assim tão cedo, Chapeuzinho Vermelho?
– Vou à casa da vovó.
– E que levas aí nesse cestinho?
– Levo bolo e vinho. Assamos o bolo ontem, assim a vovó, que está adoentada e muito fraca, ficará contente, tendo com que se fortificar.
– Onde mora tua vovó, Chapeuzinho Vermelho?
– Mora a um bom quarto de hora daqui, na floresta, debaixo de três grandes carvalhos; a casa está cercada de nogueiras, acho que o sabes, – disse Chapeuzinho Vermelho.
Enquanto isso, o lobo ia pensando: “Esta meninazinha delicada é um quitute delicioso, certamente mais apetitosa que a avó; devo agir com esperteza para pegar as duas.” Andou um trecho de caminho ao lado de Chapeuzinho Vermelho e foi insinuando:
– Olha, Chapeuzinho Vermelho, que lindas flores! Por quê não olhas ao redor de ti? Creio que nem sequer ouves o canto mavioso dos pássaros! Andas tão ensimesmada como se fosses para a escola, ao passo que é tão divertido tudo aqui na floresta!
Chapeuzinho Vermelho ergueu os olhos e, quando viu os raios do sol dançando por entre as árvores, e à sua volta a grande quantidade de lindas flores, pensou: “Se levar para a vovó um buquê viçoso, ela certamente ficará contente; é tão cedo ainda que chegarei bem a tempo.” Saiu da estrada e penetrou na floresta em busca de flores. Tendo apanhado uma, achava que mais adiante encontraria outra mais bela e, assim, ia avançando e aprofundando-se cada vez mais pela floresta a dentro.
Enquanto isso, o lobo foi correndo à casa da vovó e bateu na porta.
– Quem está batendo? – perguntou a avó.
– Sou eu, Chapeuzinho Vermelho, trago vinho e bolo, abre-me.
– Levanta a taramela, – disse-lhe a avó; – estou muito fraca e não posso levantar-me da cama.
O lobo levantou a taramela, a porta escancarou-se e, sem dizer palavra, precipitou-se para a cama da avozinha e engoliu-a. Depois, vestiu a roupa e a touca dela; deitou-se na cama e fechou o cortinado.
Entretanto, Chapeuzinho Vermelho ficara correndo de um lado para outro a colher flores. Tendo colhido tantas que quase não podia carregar, lembrou-se da avó e foi correndo para a casa dela. Lá chegando, admirou-se de estar a porta escancarada; entrou e na sala teve uma impressão tão esquisita que pensou: “Oh, meu Deus, que medo tenho hoje! Das outras vezes, sentia-me tão bem aqui com a vovó!” Então disse alto:
– Bom dia, vovó! – mas ninguém respondeu.
Acercou-se da cama e abriu o cortinado: a vovó estava deitada, com a touca caida no rosto e tinha um aspecto muito esquisito.
– Oh, vovó, que orelhas tão grandes tens!
– São para melhor te ouvir.
– Oh, vovó, que olhos tão grandes tens
– São para melhor te ver.
– Oh, vovó, que mãos enormes tens!
– São para melhor te agarrar.
– Mas vovó, que boca medonha tens!
– É para melhor te devorar.
Dizendo isso, o lobo pulou da cama e engoliu a pobre Chapeuzinho Vermelho.
Tendo assim satisfeito o apetite, voltou para a cama, ferrou no sono e começou a roncar sonoramente. Justamente, nesse momento, ia passando em frente à casa o caçador, que ouvindo aquele ronco, pensou:
“Como ronca a velha Senhora! É melhor dar uma olhadela a ver se está se sentindo mal.”
Entrou no quarto e aproximou-se da cama; ao ver o lobo, disse:
– Eis-te aqui, velho impenitente! Há muito tempo, venho-te procurando!
Quis dar-lhe um tiro, mas lembrou-se de que o lobo poderia ter comido a avó e que talvez ainda fosse possível salvá-la; então pegou uma tesoura e pôs-se a cortar- lhe a barriga, cuidadosamente, enquanto ele dormia. Após o segundo corte, viu brilhar o chapeuzinho vermelho e, após mais outros cortes, a menina pulou para fora, gritando:
– Ai que medo eu tive! Como estava escuro na barriga do lobo!
Em seguida, saiu também a vovó, ainda com vida, embora respirando com dificuldade. E Chapeuzinho Vermelho correu a buscar grandes pedras e com elas encheram a barriga do lobo. Quando este acordou e tentou fugir, as pedras pesavam tanto que deu um trambolhão e morreu.
Os três alegraram-se, imensamente, com isso. O caçador esfolou o lobo e levou a pele para casa; a vovó comeu o bolo e bebeu o vinho trazidos por Chapeuzinho Vermelho e logo sentiu-se completamente reanimada; enquanto isso, Chapeuzinho Vermelho dizia de si para si: “Nunca mais sairás da estrada para correr pela floresta, quando a mamãe to proibir!”

Leave a comment

Open chat
Bienvenido a Universal de Idiomas.
Si necesita información sobre nuestros cursos en línea, no dude en contactarnos.
Estamos para servirle