Practicando el portugués con el Flautista de Hamelin (Parte I)

El flautista de Hamelin es una historia alemana conocida en el mundo entero y una excelente alternativa para practicar el portugués, así que hoy decidimos compartir contigo esta excelente fábula en este idioma.

El flautista de Hamelin en portugués, una excelente fábula para practicar el idioma

el flautista de Hamelin

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Certamente nunca ouviram falar de Hamelin. Não admira. Este nome, de facto, só é conhecido por aqueles que já sabem a lenda do flautista mágico. E como ainda agora deste início à leitura desta história suponho que o nome «Hamelin» não te diga nada. Por isso, escuta com atenção. iertamente nunca oyeron hablar de Hamelin. No admira. Este nombre, de hecho, sólo es conocido por aquellos que ya saben la leyenda del flautista mágico. Y como aún ahora de este inicio a la lectura de esta historia supongo que el nombre «Hamelin» no te diga nada. Por eso, escucha con atención.
Hamelin é uma cidade. Não tão grande como a vizinha Hanôver. No entanto, é um pouco maior do que uma aldeia. Possui uma bela muralha sobre a qual trepa a hera viçosa, uma catedral com altos pináculos de pedra trabalhada com grande detalhe, e um magnífico palácio municipal, também chamado «o palácio do relógio», porque, bem no centro da sua fachada, se pode admirar um enorme relógio redondo, cujos ponteiros e números são de ouro puro. Hamelin es una ciudad. No tan grande como la vecina Hannover. Sin embargo, es un poco mayor que una aldea. Tiene una hermosa muralla sobre la que trepa la hiedra, una catedral con altos pináculos de piedra trabajada con gran detalle, y un magnífico palacio municipal, también llamado «el palacio del reloj», porque, bien en el centro de su fachada, se puede admirar un enorme reloj redondo, cuyos punteros y números son de oro puro.
A sul da cidade passa um rio com uma corrente serena e majestosa: o Veser, nas margens do qual os cidadãos costumam passear nos dias de festa, entre altíssimos choupos. Al sur de la ciudad pasa un río con una corriente serena y majestuosa: el Veser, en las márgenes del que los ciudadanos acostumbran pasear en los días de fiesta, entre altísimos choupos.
Querem um sítio mais agradável do que este para viver? ¿Quieren un sitio más agradable que éste para vivir?
No entanto, quando esta história começa – há mais de seis séculos – os habitantes de Hamelin estavam desesperados. E porquê? A resposta é esta: porque a cidade tinha sido invadida pelos ratos. Sin embargo, cuando esta historia comienza – hace más de seis siglos – los habitantes de Hamelin estaban desesperados. ¿Es porque? La respuesta es ésta: porque la ciudad había sido invadida por los ratones.
Os ratos desde sempre lá tinham estado e sempre lá haviam de estar. Enchiam as caves, os esgotos e os subterrâneos. Mas, como tinham o bom gosto de se manterem escondidos, não se dava pela sua presença. E que diriam vocês se, de repente, os ratos – ratos grandes, ratos de esgoto e ratos do campo, ratos cinzentos e ratos de água, em suma, todos os ratos possíveis e imaginários – se fartassem de estar escondidos e viessem, esfomeados, ao ataque? Foi o que aconteceu em Hamelin. Os ratos encheram–se de ousadia, saíram dos seus escuros esconderijos e invadiram tudo. Assaltavam os cães e matavam os gatos, entravam nos berços e mordiam as crianças, comiam o queijo dos caldeirões onde estava o coalho, lambiam a sopa nas conchas das cozinhas, abriam os barris dos arenques salgados e faziam ninhos nos chapéus. A cidade fora invadida por um estranho ruído que cobria qualquer outro som. As paredes das casas vibravam desde os alicerces e em toda a sua área tremiam. Era uma mistura de apitos agudos, de guinchos, de chamamentos. Um roçar, um espernear, um ranger contínuo que fazia dores de cabeça. Los ratones desde siempre allí habían estado y siempre allí habían de estar. Enchían las bodegas, las alcantarillas y los subterráneos. Pero, como tenían el buen gusto de mantenerse escondidos, no se daba por su presencia. Y que te dirán, de repente, las ratas -las ratas grandes, ratas de alcantarilla y ratas del campo, ratas grises y ratas de agua, en suma, todos los ratones posibles e imaginarios- si se saciaran de estar escondidos y vinieran, hambrientos, al ataque? Fue lo que sucedió en Hamelin. Los ratones se llenaron de osadía, salieron de sus oscuros escondrijos e invadieron todo. Los asaltaban los perros y mataban a los gatos, entraban en las cunas y mordían a los niños, comían el queso de los calderos donde estaba el cuajo, lamían la sopa en las conchas de las cocinas, abría los barril de los arenques salados y hacían nidos en los sombreros. La ciudad fue invadida por un extraño ruido que cubría cualquier otro sonido. Las paredes de las casas vibraban desde los cimientos y en toda su área temblaban. Era una mezcla de pitos agudos, de cabrestantes, de llamamientos. Un rozar, un espernear, un crujir continuo que hacía dolores de cabeza.
Ao fim de uma semana as pessoas já não podiam mais. Os valentes habitantes de Hamelin, impacientes, começaram a dizer: Al cabo de una semana la gente ya no podía más. Los valientes habitantes de Hamelin, impacientes, empezaron a decir:
– Mas afinal por que é que a Câmara Municipal não intervém? Eh! Bonito serviço! Temos um presidente da Câmara preguiçoso, uma assembleia que dá vontade de rir. E pensar que viajam com fatos forrados de arminho, que comem e bebem à nossa conta. Agora basta! – Pero, ¿por qué no interviene el Ayuntamiento? Eh! ¡Bonito servicio! Tenemos un alcalde perezoso, una asamblea que da ganas de reír. Y pensar que viajan con hechos forrados de arminho, que comen y beben a nuestra cuenta. ¡Ahora basta!
E dirigiram-se em conjunto ao palácio do município. Sim, aquele mesmo, o do relógio. Y se dirigieron en conjunto al palacio del municipio. Sí, el mismo, el del reloj.
Era dia de sessão. Na sala do Conselho não faltava ninguém: nem o presidente da Câmara – um tipo pequeno mas gordíssimo, com a pele de tal forma esticada que parecia poder rebentar de um momento para o outro, e com uns grandes olhos de carneiro mal morto, sobre os quais as pálpebras caíam como os estores de uma loja à hora de fechar – nem os membros da assembleia. Estes últimos tinham o mesmo aspecto bem alimentado do presidente, o mesmo ar meio adormecido de quem engana, de quem vê as moscas a voar, de quem coça as barrigas das pernas, de quem faz desenhos na acta da assembleia. Em suma, um triste espectáculo. Era día de sesión. En la sala del Consejo no faltaba nadie: ni el alcalde-un tipo pequeño pero gordísimo, con la piel de tal forma estirada que parecía poder reventar de un momento a otro, y con unos ojos de oveiro mal muerto, que los párpados caían como las persianas de una tienda a la hora de cerrar – ni los miembros de la asamblea. Estos últimos tenían el mismo aspecto bien alimentado del presidente, el mismo aire medio dormido de quien engaña, de quien ve las moscas a volar, de quien rasca las barrigas de las piernas, de quien hace dibujos en el acta de la asamblea. En resumen, un triste espectáculo.
– Parece que estou a ouvir qualquer coisa… um ruído… barulho na praça… – disse o presidente. – Parece que estoy oyendo algo … un ruido … ruido en la plaza … – dijo el presidente.
Levantou-se pesadamente do seu cadeirão e abriu um das janelas da sala. Melhor seria que o não tivesse feito. Mal assomou à janela, vieram da multidão, não apenas assobios, vaias, ofensas e pragas, como também uma intensa chuvada de frutos, de ovos estragados, de hortaliças. Um verdadeiro dilúvio! Se levantó pesadamente de su sillón y abrió una de las ventanas de la sala. Mejor sería que no lo hubiera hecho. Mal asomó a la ventana, vinieron de la multitud, no sólo silbios, abucheos, ofensas y plagas, como también una intensa lluviosa de frutos, de huevos estropeados, de hortalizas. ¡Un verdadero diluvio!
– Basta, velhos gordalhaços! – ouvia-se gritar. – Têm de encontrar uma solução. Pensam que os elegemos para mandriarem de manhã à noite? Arranjem uma solução ou, então, expulsá-los-emos daí! – ¡Basta, viejos gritos! – se oía gritar. – Tienen que encontrar una solución. ¿Piensan que los elegimos para mandar de mañana por la noche? ¡Arregle una solución o, entonces, los expulsar de allí!
Aterrado com aquela espécie de revolução, o presidente fechou a porta o mais rápido que lhe foi possível, mas não o suficiente para evitar que um chorrilho de maçãs podres se fosse esborrachar nos bancos dos conselheiros. Aterrado con aquella especie de revolución, el presidente cerró la puerta lo más rápido que le fue posible, pero no lo suficiente para evitar que un chorrillo de manzanas podridas se fuese en los bancos de los consejeros.
– Ai de mim, senhores! – exclamou, então, o gordo homenzinho. – Era capaz de vender este uniforme por dez tostões, acreditem! Ah! Se eu pudesse estar a milhas daqui! «Digam, façam…» É fácil ordenar a uma pessoa que puxe pela cabeça. Mas que havemos de inventar agora? Tenho uma enorme dor de cabeça… E depois… E depois é quase meio-dia, já estou a sentir um bocadinho de fome. E agora, senhores? – ¡Ay de mí, señores! -exclamó entonces el gordo hombrecito. – ¡Era capaz de vender este uniforme por diez centavos, créanlo! Ah! ¡Si pudiera estar a millas de aquí! “Dígales, hagan …” Es fácil ordenar a una persona que tire de la cabeza. Pero ¿qué hemo
Naquele preciso instante ouviu-se um estranho rumor, proveniente da porta da entrada. Parecia um esfregar contínuo e abafado. En aquel preciso instante se oyó un extraño rumor, proveniente de la puerta de la entrada. Parecía un frotamiento continuo y sofocado.
– Quem é? Serão os ratos? Quem quer que seja, entre! – ¿Quien es? ¿Serán los ratones? ¡Quiénquiera que sea, entre!
A porta entreabriu-se e, na sala do Conselho, entrou a personagem mais extraordinária que já se viu em Hamelin desde o ano da sua fundação. Vestia um manto longuíssimo, dividido em dois, metade amarelo e metade encarnado. A sua estatura era alta, magra e seca. Tinha os olhos azuis e penetrantes como alfinetes, a cabeleira longa e fina, encarnado-escura. No seu rosto, sem barba nem bigode, exibia um estranho sorriso. La puerta se entreabrió y, en la sala del Consejo, entró el personaje más extraordinario que ya se ha visto en Hamelin desde el año de su fundación. Vestido un manto larguísimo, dividido en dos, mitad amarilla y mitad encarnado. Su estatura era alta, magra y seca. Tenía los ojos azules y penetrantes como alfileres, la cabellera larga y fina, encarnado-oscura. En su rostro, sin barba ni bigote, exhibía una extraña sonrisa.
– Por Deus! – exclamou um conselheiro. – Mas quem é este? Um bobo que escapou da feira de Hanôver? – ¡Por Dios! -exclamó un consejero. – ¿Pero quién es éste? Un bobo que escapó de la feria de Hannover?
– A mim – acrescentou um outro – lembra-me a figura que fará o meu bisavô João Joaquim quando, no dia do juízo, ressuscitar do seu túmulo frio. – A mí – añadió otro – me recuerda la figura que hará mi bisabuelo Joao Joaquín cuando, en el día del juicio, resucitar de su tumba fría.
O homem dirigiu-se lentamente para as cadeiras do Conselho e disse: El hombre se dirigió lentamente hacia las sillas del Consejo y dijo:
– Que vossas Excelências se dignem escutar-me. O acaso quis que eu fosse dotado de um poder mágico. Por esse meio posso atrair todas as criaturas que existem na terra. E quando digo «todas», são mesmo todas: todos os seres que rastejam, que voam, que nadam e que correm, das toupeiras aos sapos, dos leitões às víboras. As pessoas chamam-me «o Flautista Mágico»… – Que vuestras Excelencias se dignen escucharme. El azar quiso que yo fuese dotado de un poder mágico. Por ese medio puedo atraer a todas las criaturas que existen en la tierra. Y cuando digo «todas», son todas: todos los seres que se arrastran, que vuela
Chegado a este ponto, o estranho indivíduo deteve-se por um instante, virando o seu olhar para os conselheiros. Sentindo mal-estar sob aquele olhar penetrante, que parecia atravessar-lhes os corpos maciços, os conselheiros baixaram as cabeças para verem o que o flautista trazia pendurado numa faixa amarela e encarnada, tal como o manto: uma flauta, longa e fina. As mãos do dono, também elas longas e finas, acariciavam-na com gestos ágeis e nervosos. Enquanto percorriam os furos do instrumento, os dedos pareciam impacientes, por lhe arrebatarem, quem sabe, uma melodia extraordinária… Llegado a este punto, el extraño individuo se detuvo por un instante, volviendo su mirada a los consejeros. Sintiendo malestar bajo aquella mirada penetrante, que parecía atravesarles los cuerpos masivos, los consejeros bajaron las cabezas para ver lo que el flautista traía colgado en una franja amarilla y encarnada, tal como el manto: una flauta, larga y fina. Las manos del dueño, también ellas largas y finas, acariciaban con gestos ágiles y nerviosos. Mientras recorrían los agujeros del instrumento, los dedos parecían impacientes, por arrebatar, quizá, una melodía extraordinaria …
O flautista continuou: El flautista continuó:
– Neste mês de Junho, na Tartária, libertei o Grande Khan do enorme enxame de moscas que incomodava a população. Libertei a região de Nizam, na Índia, de um terrível bando de vampiros. E no ano passado, o califa de Bagdade, vendo o seu reino devastado por uma praga de gafanhotos, mandou-me chamar. Agora, se quiserem, vão até lá e vejam se encontram um gafanhoto, num raio de cem milhas! Naturalmente – recomeçou depois de uma breve pausa – cada coisa tem o seu preço. Se eu libertar a vossa cidade dos ratos dão-me, digamos, mil florins de ouro? – En este mes de junio, en la Tartaria, liberé al Gran Khan del enorme enjambre de moscas que incomodaba a la población. Liberé la región de Nizam, en la India, de una terrible banda de vampiros. Y el año pasado, el califa de Bagdad, viendo su reino devas
– Só mil? Mas cinquenta mil é quanto te daremos, sim, cinquenta mil! – exclamou o presidente com entusiasmo. – ¿Sólo mil? Pero cincuenta mil es cuánto te daremos, sí, cincuenta mil! -exclamó el presidente con entusiasmo.
– Cinquenta mil, cinquenta mil! – disseram também os conselheiros. – ¡Cincuenta mil, cincuenta mil! – dijeron también los consejeros.
Sem acrescentar palavra, o flautista deu meia volta e saiu para a praça. Erguendo a flauta, franziu os lábios, como fazem os músicos virtuosos. No seu olhar penetrante brilhava uma chama, ora esverdeada, ora azulada, da cor do fogo quando se lhe deita um punhado de sal. E, antes que o instrumento tivesse entoado três notas, ao longe começou a ouvir-se um murmúrio, como se um exército marchasse a grande distância. Depois, o ribombar transformou-se num estrondo poderoso, que sacudia as casas e as estradas. Sin añadir palabra, el flautista dio media vuelta y salió a la plaza. Alzando la flauta, frunció los labios, como hacen los músicos virtuosos. En su mirada penetrante brillaba una llama, ora verdosada, ora azulada, del color del fuego cuando se le acuesta un puñado de sal. Y antes de que el instrumento hubiera entonado tres notas, a lo lejos comenzó a oír un murmullo, como si un ejército marchara a gran distancia. Después, el ribumbar se transformó en un estruendo poderoso, que sacudía las casas y las carreteras.
Os ratos! Os ratos saíam! Ratos grandes, ratinhos minúsculos, ratos magros como anchovas, ratos robustos como porcos, ratos castanhos, ratos pretos, ratos cinzentos, ratos ruivos, ratos pomposos marchando compassadamente… ratos jovens e vivos, pais, mães, tios, primos… abanavam os rabos, endireitavam os bigodes e marchavam. Vinham em famílias, em grupos, em pelotões, em multidões, em exércitos. ¡Los ratones! ¡Los ratones salían! Los ratones grandes, ratones diminutos, ratones magros como las anchoas, ratones robustos como cerdos, ratas castañas, ratas negras, ratones grises, ratas pelirrojas, ratas pomposas marchando compasivamente … ratas jóvenes y vivos, padres, madres, tíos, primos … sacudían los rabos, se enderezaban los bigotes y marchaban. Vinieron en familias, en grupos, en pelotones, en multitudes, en ejércitos.
E todos seguiam o flautista… Y todos seguían al flautista …

Mañana te traeremos la segunda parte de esta excelente fábula, El flautista de Hamelin, así que no te la pierdas:

https://www.youtube.com/watch?v=cRZlfYt3iJY

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